A Tajueco se llega entre pinares resineros (Pinus pinaster) que siguen produciendo su miera y que otorgan al municipio un encanto especial con el sempiterno verdor de sus hojas y su aroma, ese “olor a pino” en el que se combina, según las zonas, el de la jara y la sabina, llamada enebro en estos lares. La altitud del término municipal se encuentra entre los 890 y 931 metros, siendo su superficie 18,38 kilómetros cuadrados (1.853 Has).
Dos montes públicos, numerados 66 y 67, son los que rodean al pueblo. Montes en el que predomina, como hemos dicho, el pino resinero. La resina –leemos en Internet- “se usaba, entre otras cosas, para el calafateo (impermeabilización) de los barcos o de pellejos que contenían líquidos, como las botas de vino. Por su destilación se obtiene el
aguarrás (trementina) y la colofonia, utilizada en perfumería y en la composición de ungüentos, colas de pegar y, por ejemplo, en la composición de la goma de mascar”.
Hay también una zona en la que predominan las sabinas y de ahí su denominación de “Las Enebradas”, yendo hacia la población de Andaluz que se encuentra al este. Y hay una chopera de reforestación en la antigua dehesa comunal cerrada (en la abierta subsisten algunos robles y encinas o carrascas), junto al Camino del Burgo que es el antiguo camino real o regio por el que transitaban los viajeros –incluidos algunos reyes- ya que formaba parte del Camino Real salpicado de posadas y postas, como la que hubo en Tajueco.
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